Hoy me he despertado llorando, como llorando me dormí anoche. Presente el vacío que los miembros de mi familia sentímos desde ayer. Falleció Eduardo Uriarte; Osaba Eduardo.
Era un gran tipo, y grande es el hueco que deja.
Grande era su corpachón, alto, robusto, recio. Grande su voz, que llenaba aquel lugar en el que él se encontrase: a veces para apuro de sus acompañantes, ya que si algo le desagradaba, mi tío no era de los que se callan o andan con sutilezas.
Grande era su humor, socarrón y sarcástico. Es algo de familia, supongo, y siempre me precié en hacerle reir.
Grande su apetito, sí. Era buen vasco y le gustaba comer bien. Y bien comió toda su vida, disfrutando plato tras plato, ya en restaurantes de postín con cocineros célebres, ya en clásicas tascas de pueblo, con comida llana y deliciosa. Y allí tampoco se callaba. He olvidado a cual famoso chef recriminó sin pudor la falta de frescura de su pescado.
En casa siempre se hacía broma de su olfato, ya que cada vez que visitaba mi madre había cocinado algo exquisito. Pero es que ama casi siempre cocina algo exquisito.
También era grande su apetito por la vida. Sus viajes a sitios más soleadas que nuestra húmeda Bizkaia, su interés por cachivaches tecnólogicos que nunca dejo de sorprenderme... Y la lectura. Algo que siempre compartímos, también. Solía venir a casa, con una pila de sus libros ya leídos para prestarnos, e inquiría a aita y a mi , con la maestría del gran entrevistador que era, sobre recomendaciones de los que nosotros hubiéramos leído desde la última vez.
Se codeó con personas ilustres de la vida vasca, con gente muy importante. Y le gustaba sentirse en esos círculos. Pero yo creo que lo que más le gustaba en el mundo era venirse a su Mundaka, con la gente de toda la vida.
La rambla de Txorrokopunta estará para siempre huérfana, sin él, descamisado, leyendo el periódico.
Huérfamos estamos, sin él, mis primos Iñigo, Unai y yo. Ellos, sobre todo, ya que convivieron con él toda la vida.
Grande, enorme, era su corazón. Y de tanto usarlo, le falló. Es algo común entre mis seres queridos. El corazón les falla, porque es el órgano que más han usado.
Agur osaba. Te quiero.